sábado, 16 de julio de 2022

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE EN LAS REDES SOCIALES.

La conocí a través de una red social, esa del pájaro azul, la de los 280 caracteres para no decir nada, abreviando, que es gerundio. Un  día fue una foto del mar, otra la foto de un atardecer, otra un "buenas noches". Comentarios simples como "Oh, el mar, cómo lo echo de menos", hasta que un día dije "Ven, aquí te espera". ¿Quién me mandaría? Ya lo creo que vino, con trompetas y fanfarrias. Una chica mona, pero que vive sola, luces de colores... (Siempre me hago preguntas sin respuestas cuando me encuentro con alguien así). Y ahí empezó TODO: me trajo de regalo una botella de vino metida en el neceser y que dijo haber llevado todo el trayecto en brazos, no fuera que la botella se rompiera... las luces de colores tendrían que habérseme encendido precisamente en ese momento, pero se ve que el interruptor estaba averiado. Empezó explicándome un rosario de sucesos personales a cual más inverosímil, a los que yo asentía sin abrir boca, como los perritos que se llevaban años ha en la bandeja trasera de los coches, igualita era yo, tras, zi, zi, tras, zi, zi. Pasaron los "mossos de esquadra" por delante del hotel y, según ella, era porque habían detectado su aparato (yo sólo vi un teléfono móvil), porque era una mujer maltratada y siempre lo tenía que llevar encima y que tuvo que decir a la benemérita a dónde iba y con quien iba a encontrarse, por eso los mossos estaban avisados y ya estaban controlándola. Una es que es novata en según que cosas y hasta me sorprendía de la eficacia de la tecnología. Total, que entre piedras, mantel y otras naderías, iniciamos una relación afectuosa y amigable. ¿O debería decir "defectuosa de origen?". De alta cuna, pero de baja cama, esa era ella.  En ese tiempo que nos conocimos, me contó de una relación epistolar (entiéndase wsp) con un seguidor tuitero. ¡Ese twuitter! , pero que con el tiempo se fue deteriorando, hasta bloquearlo, (como odio esa palabra) porque encontraba "cosas sospechosas" en su proceder. En un viaje un tanto largo que tuve que hacer, me invitó a hacer noche en su casa y no fui consciente de su desequilibrio cuando me contaba las obras que iba a emprender en la casa. Yo alucinaba, pero nada más, me quedé en esa fase.  Ya no me hablaba de ninguna otra relación, aunque empezó a llamarme con bastante frecuencia y las llamadas podían durar horas. Copaba todo mi tiempo y mi espacio. Se repetía hasta la saciedad, era ella, ella y ella. Lo que yo pensara o sufriera, no importaba nada. Fue como un canto de sirena que me arrastraba hacia las rocas, me manipulaba a su antojo sin que yo me diera cuenta. Hasta que comenzó a hablarme de "él", el hombre perfecto (como las tormentas), la persona con la que quería compartir el resto de su vida, casi surgido de la nada de la noche a la mañana. ¿Y quién es él, os estaréis preguntado? Y eso mismo es lo que yo llevo intentando saber desde el primer día que apareció en escena, alguien a quien también conoció en Twitter hacía escasamente un mes, y del que se "encoñó" hasta las trancas. (Eso no me lo dijo, lo averigüé yo por mi cuenta).  Las mentiras afloraron como por arte de magia, cada día más grandes, cada día más difíciles de creer, cada día la bola de nieve iba bajando por la pendiente haciéndose más y más gigante. No hablaré de él por respeto, por si existe en realidad, que ojalá, por si de verdad salió del túnel de la luz blanca en ese impasse entre la vida y la muerte. En una de esas larguísimas llamadas, la vi tan desolada, con tanto sufrimiento, tan sola, que me salió un "¿Quieres qué venga?" Luego me arrepentí en el acto y se lo dije, pero ella no me dejó llevar a cabo mi arrepentimiento. Sí, por favor, ven, ven, que estoy muy sola. (Volvió a cantar la sirena). Y fui. Diez días con sus horas, minutos y segundos, casi nada, en los que sólo disfruté una tarde libre para encontrarme con alguien querido y dos horas una mañana para lo mismo. El tiempo restante se lo dediqué en cuerpo y alma a ella, aunque sólo fuera para escucharla, con ese martilleo incesante y reiterativo de quien no tiene nada más que decir. Todas las horas del día con la misma canción. Regresé a mi casa, pero es como si no me hubiera ido. Estaba presente en mi vida desde que me despertaba hasta que me iba a la cama. Mis amigas no daban crédito a que me hubiera involucrado tanto con una persona a la que no conocía de nada, que me dejara llevar sólo por la lástima... pero es que fue así. Digamos que ella no tenía madre, digamos que yo no tenía hija y que fue como un aspa que se cruza y complementa, aunque yo cada día me repitiera "No es tu hija, no es tu hija". Volvió a pedirme que fuera, que me necesitaba, que ella me pagaba el tren, por favor, abre el ordenador, mira Renfe, mira los billetes, yo te lo pago. No, no puedo, tengo cosas pendientes y tengo que estar aquí. Por favor, por favor... manipuló otra vez mi voluntad, volvió a cantar la sirena. ¿Y sí se muere el maromo y ella tiene que vivir ese trago sola? Que yo ya pasé por eso. Venga, Francesca, haz de tripas corazón, aunque algo me decía que segundas partes nunca fueron buenas, que era un tiro destinado a no hacer diana... como así fue. Se inventó enfermedades e ingresos hospitalarios para sonsacar información, me hizo llamar a una conocida suya con la frase inicial de "Está en juego la vida de fulanita", lo que me costó a mí una enfermedad de verdad por ir en contra de mis principios, acusó a una amiga de haberle robado mil euros en su casa, (y la sigue dejando entrar),  me dejó plantada en el cine, me cerró la puerta de su casa con llave cuando hice mi maleta para irme una noche, en plan "secuestro", cuando me encontré mal fue incapaz de preguntarme o cuidarme como yo había hecho con ella, me menospreció, ofendió, humilló, utilizó, manipuló de tal manera que necesité tres semanas para reponerme del todo y sacarme la mierda que me había echado encima. La última fue el bloqueo en Twitter y un wasap digno de enmarcar, tipo "Los renglones torcidos de Dios". Si alguna vez tuve dudas de que su salud mental estaba "tocada", las dudas se disiparon. Sí, sentí lástima por ella, y ahora aún siento más, aunque la quiero lejos, pero me ha dado una lección de vida grandiosa, y es que las amistades y las relaciones se construyen con el tiempo, con las penas y las alegrías, con las decepciones, los fracasos, el estar cuando hay que estar y alejarse cuando molestas, compartiendo, dando hasta lo que no tienes, no hiriendo gratuitamente, poniéndose en la piel del amigo, utilizando la comprensión y la empatía a manos llenas, que todo lo que sube rápido baja aún más rápido, como la sal de frutas, y que no te puedes fiar de nadie ni entregar tu tiempo y tu corazón a cualquier persona que aparezca en tu vida de sopetón, porque nuestra "casa" no es un hospital que va recibiendo pacientes y aplicando remedios a los males que padecen, sino que ha de ser un refugio donde hallar serenidad mutua y que hay que poner en cuarentena hasta lo que parece más certero. Esta vez no supe aplicar el "Líbreme Dios de las aguas mansas, que de las bravas ya me libro yo". Id con ojo, parece ser que es un espécimen bastante habitual en las redes sociales que está acechando a futuras presas. No escuchéis sus cantos, os llevarán directamente al precipicio.  




domingo, 3 de abril de 2022

BUENISMO.

No gano para disgustos, todos me vienen seguidos, como si las fuerzas del mal se hubieran puesto de acuerdo para lanzarse en tropel a perturbar mi paz. Frente al cúmulo de hechos desafortunados, todos ejecutados por personas (ya sabéis que las desgracias acostumbran a venir juntas), me estaba planteando si dejarme llevar por mis impulsos y poner una guillotina en una plaza y que vayan pasando, o resguardarme bajo el manto de la bondad, perdonando y haciendo ver como que aquí no ha pasado nada, aunque te hierva la sangre sabiendo que sí ha pasado. ¿Ser bueno es símil de ser tonto? Así lo parece, ya que juzgamos a la ligera, (reconozcámoslo, nos "pone" lo de juzgar) a cualquiera que destaque por alguna cualidad en desuso, y digo desuso a propósito. Porque no nos engañemos, el hombre es malo por naturaleza, lo lleva en la sangre desde el principio de los tiempos, desde Eva, la manzana, la serpiente y la madre que la parió, desde que Caín mató a su hermano y se abrió la caja de Pandora (aunque los griegos luego se apropiaron del mito, la caja la abrió Caín😈) expandiendo la maldad entre los hombres. A algunos les tocó más ración que a otros; son los que enturbian el mundo y desequilibran la balanza de nuestra estabilidad. A nadie le interesa ser bueno hoy, no se lleva, está mal visto, no está de moda, no se enseña en las escuelas ni en los hogares, no viene en los libros de texto, tan abreviados y confusos, ni se compra por internet para que te lo traigan de puerta a puerta. 
La RAE sólo tiene una acepción para buenismo,  y lo define como la actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia. Aunque lo mejor viene en su abreviatura: usado más en sentido despectivo. Toma del frasco, Carrasco. Ante tal definición, he de confesar que me he acordado de todos los académicos de nuestra preciada y rica lengua, porque ya he perdido la cuenta del tiempo que llevo practicando esa actitud antes los conflictos que se empeñan en ponerse en mi camino, así que guardaos vuestro desdén, no va conmigo. 
-Frente al caradura que okupa mi propiedad, buenismo.
-Frente al gestor que me estafa, buenismo.
-Frente al jeta que se cuela en la fila, buenismo.
-Frente al idiota de turno, buenismo.
-Frente al maleducado, buenismo.
-Frente al matón, buenismo.
-Frente a hijos insaciables y egoístas, buenismo.
-Frente a hipócritas falsarios, buenismo.
-Frente a padres maltratadores, buenismo.
-Frente a jefes despóticos, buenismo.
-Frente a mala atención sanitaria, buenismo.
-Frente a intolerantes, buenismo.
-Frente a la incompetente burocracia, buenismo.
-Frente a la subida de la cesta de la compra, buenismo.
-Frente a mi depósito de gasolina vacío, buenismo.
-Frente a amigos enemigos, buenismo.
-Frente a balanzas trucadas, buenismo.
-Frente a esta jodida vida, BUENISMO.






sábado, 5 de febrero de 2022

APRECIAR


La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida... como reza la canción de Pedro Navaja. Todos, sin excepción, llevamos una persona escondida dentro que no mostramos a nadie, ni siquiera somos conscientes de que está ahí agazapada, al acecho, hasta que un día sin saber ni el cómo ni el porqué, un resorte inesperado la impulsa a salir. Debería ser un reflejo de nosotros mismos, un doble, pero resulta ser una copia burda, imperfecta, casi un esbozo en el que hay que encontrar las siete diferencias con el original. A partir de ahí, cuando sale a la luz ese ser deforme nuestro, ya nada vuelve a ser igual a los ojos del mundo. Es como cuando se rompe un plato de la vajilla cara que guardáis con tanto celo: la vajilla deja de tener su valor. Con nosotros pasa lo mismo, la cotización va a a baja en el mercado de los afectos.

 

La RAE, en su segunda acepción, dice que APRECIO es "sentir afecto o estima hacia alguien". ¿Podemos considerarlo una especie de cariño, de querer de alguna manera? Porque no a todos nuestros amigos y familiares queremos en la misma forma y grado. No hay un barómetro oficial para medir la intensidad de nuestros sentimientos, somos nosotros quienes les otorgamos el valor que creemos oportuno de acuerdo con lo que esa persona nos signifique o importe. Pero sí, yo sí creo que es una forma de querer. Y no hace falta haber tomado café ni compartido mesa con esa persona, ni haber viajado ni llorado juntos. De alguna manera algo nos unió en el tiempo y hay una parcelita en el gran terreno de los sentimientos que pone su nombre. Cuantas veces nos han  nombrado a Fulanito y hemos dicho sí, le conozco, es amigo mío, sabiendo de sobras que la amistad está lejos de ambos, pero ese aprecio que le dispensamos nos hace llamarle amigo en un momento dado. ¿Es lícito encontrártelo, alegrarte por verle y despedirse con un "Hasta la próxima, cuídate, te quiero"? ¿Es sobrepasar los límites de la ética no escrita saber que un "conocido" está sufriendo, pasando un mal trago, y decirle "Aquí estoy por si necesitas hablar para desahogarte, yo te escucharé, porque te quiero? Ese "te quiero" ¿sobra porque el receptor del mensaje puede interpretarlo más allá de lo que en realidad quiere decir, "te tengo aprecio? El surrealismo en las relaciones humanas a veces alcanza cotas en las que es difícil desplazarse con buena voluntad y coherencia, ni siquiera con un buen par de skies. Sigamos con nuestro individualismo, que llegaremos lejos. Yo me niego a seguir las normas de la moral impuesta, y cada vez que me despido de algún amigo, familiar o conocido por teléfono o en persona, mis últimas palabras siempre son TE QUIERO, porque sí y porque así lo siento. Pero no todos sois como yo, lo entiendo.  

 

 

 


 

sábado, 1 de enero de 2022

ECHAR DE MENOS

 


Echar de menos es:

Una película en la sesión de las cuatro de un cine cualquiera, una comida de “fiesta” en el Serrallo, o una rápida (pero cara) en el Viena, una cena con velas o un simple bocadillo, caminatas extenuantes por los caminos de ronda, paseos por la orilla del mar dejando que el agua bese los pies, sentarse sobre una roca a oír estrellarse las olas y fluir con ellas en su vaivén de ahora voy, ahora me retiro, buscar el punto exacto en el horizonte de la salida de la luna llena, descubrir estrellas estirada en el suelo con los brazos bajo la cabeza, cruzar el acueducto por encima y saberte parte de él. Echar de menos es que el corazón se te desboque con el sonido diferente que le has puesto en el wsp a alguien en particular, es cerrar los ojos y sentir abrazos que en su día fueron y que se han quedado para siempre enganchados a la piel. Es ese suspiro que ensancha el pecho y al mismo tiempo lo hiere, es tocar con manos de ciego cada día, es besar sin labios a quien besar, mirar a quien no ver. Echar de menos es un campo de amapolas que descubrimos por casualidad, una playa desierta en donde reposa quien un día fue, la esencia que te deja alguien que se cruza contigo por la calle, es un décimo de lotería en el que pones todas tus esperanzas. Echar de menos es que te salga una frase amada en el libro que lees, es esperar a que sea martes cada día, es la cigüeña que crotorea en la torre cerca de mí, es cada atardecer que miro, cada amanecer que me pierdo por no despertar a tiempo. Echar de menos es estar bien con alguien y con nadie en particular, es el ladrido de un perro en la distancia que evoca a otro perro, es esperar lo que parece nunca va a llegar, el temor a que llegue y se vuelva a ir, es un aula de universidad, una clausura de curso, el claustro de un colegio de monjas, una guitarra y una bandurria juntas, unas cintas de mi capa… Echar de menos son muchas calles de Madrid, el tarro de los pinceles de Sorolla, un paseo en el Retiro, un cubo de pollo KFC, un cocidito en una simple taberna, churros en Ginés. Echar de menos es una estación cualquiera, un tren a alguna parte, una carretera sinuosa, una autopista recta y monótona, tejados rojizos y anaranjados, castillos altivos, llanuras de colores sin fin, una casita encalada que deslumbra, un gato desconfiado, un particular cementerio de animales, una cerca de madera.  Echar de menos es un río que besa tu finca, verdes prados rodeados de almendros en flor, un nogal moribundo que se resiste a morir, una larga mesa colmada en la que siempre hay sitio para uno más, el calor de una buena lumbre y el que da la amistad, una cámara de fotos, excursiones, nieblas, paisajes, un ciervo que cruza por delante del coche, lagos y lagunas, riachuelos y molinos, puentes y lagartos. Echar de menos son peluches que hablan más claro que tú, inocentes preguntas, rebuscadas respuestas, es la risa desbocada de niños, la inocencia que nunca debería perderse, es una caja de Lego y otra de Barbys, son deberes compartidos, pactos silenciosos, tratos de los de antaño, sin papeles, complicidad. Echar de menos es un rebaño de ovejas y de cabras locas, caminos tan duros como los pies que los pisan, cielos de un azul imposible, vacas, muchas vacas con pedigrí a un lado y otro de la carretera, charlas para escuchar y aprender, hornazos y filetes que compartir bajo encinas. Echar de menos es sonreír al oír tu nombre, una canción que suena cuando no debería, un poema de amor muchas veces declamado,  una carta (de las de antes, con sello timbrado) olvidada en un cajón, una fotografía en blanco y negro con bordes de sierra,  y una de color descolorida por el tiempo, un periódico amarillento, una nota dejada en un bolsillo, una servilleta de papel de aquella cafetería cuqui… Echar de menos es la nostalgia propia del corazón que ha vivido mucho, es no querer desprenderse de ningún recuerdo, de ninguna persona que transitó por ellos y dejó su huella.  Echar de menos tiene nombre propio, nombre propio del que nos apropiamos al echarlo de menos y que nunca más vuelve a pertenecer a nadie en exclusiva. 

viernes, 31 de diciembre de 2021

BALANCE

No quería hacerlo.


No quería hacer balance del 2021, como tampoco lo hice del 2020, ni quería llenar estas líneas de buenos deseos para todos, porque ya sabéis cómo pienso: en cada día de nuestra vida tiene que estar presente la voluntad, la empatía, el buen hacer para el prójimo. Nivelo la balanza y se me baja de inmediato, porque hemos reivindicado el no querer a nadie que no seamos nosotros mismos. Egoísmo al poder. Hemos puesto de moda no pensar porque acarrea sacrificio, no escuchar porque implica compromiso, no llamar a nuestros amigos porque nos estamos olvidando de hablar, o más bien nos molesta, da pereza marcar un número cualquiera (cuando hoy Siri lo hace todo por ti). Es más fácil el wsp ¡dónde va a parar! en el que nos dejamos los dedos, la vista y el tiempo. ¿Cómo podremos conocer los sentimientos de nuestros amigos si no oímos su voz ni les miramos a los ojos? Así todo: ni miras, ni sientes, ni padeces. Estamos reivindicado la soledad como compañera, porque ignoramos a que sabe la verdadera soledad. Hemos bajado las cabezas como borregos, fijado los ojos y pegado las manos en pantallas brillantes que nos hipnotizan con sus colores y sonidos. Nos aislamos en esa burbuja de aire comprimido e insípido que hemos construido con nuestros silencios…

Estamos olvidando que se siente al abrazar. Es más, ni queremos abrazar no vaya a ser que “me contagie”. Qué mal nos ha venido la pandemia para los sentimientos, qué bien les ha venido la pandemia para inocularnos vacunas y miedos desconocidos. 

No volverá la vida que teníamos, ni resucitarán nuestros muertos, ni revivirán amores truncados, aunque las golondrinas sigan llegando cada primavera, pero sí hay que poner los ojos en las heridas, en las costuras que nos ha dejado, mirarlas de continuo para intentar, por lo menos, no dejar de ser nosotros mismos. Así que eso es lo mejor que puedo desearos no sólo para este año que empieza en breve, sino para toda la vida: Sed auténticos. El resto viene solo. 

martes, 30 de noviembre de 2021

REFLEXIONAR (Pensar atenta y detenidamente sobre algo) RAE.

Todavía hay personas, sobre todo las que se dicen prácticas y que presumen de que nada les afecta porque ya les afectó todo  (pobres),  que asocian o confunden la reflexión o deliberación, con la tristeza y la melancolía. Nada más lejos de la realidad. Reflexionar y escribirlo después es sacar la mierda que llevas dentro para hacerle un hueco a las buenas vibraciones, dar paso a la alegría para que ella te lleve a vivir algún momento feliz, compartir para que pese menos. Reflexionar es aceptar lo que fuiste, a pesar del daño y lo que eres gracias a ello, e intentar sumar para lo que serás más tarde. Reflexionar es pensar "Mañana lo haré mejor", perdonarte y perdonar aunque sea imperdonable la ofensa, ver el vaso medio lleno y estar ansioso por querer llenarlo hasta rebosar.  Reflexionar es comprender que tú eres diferente a mí y que te acepto con todos tus defectos y virtudes y que tú deberías hacer lo mismo conmigo, pero que yo no puedo reflexionar por ti. Es saber que eres uno más, pero siempre tú, con tu idiosincrasia, tu original.  Es medir la intensidad de las emociones para no sobrepasarse ni quedarse corto, gestionarlas con sabiduría y prudencia. Es querer ser útil, pero sin estorbar. Es mirar de comprender la incomprensible época que nos ha tocado vivir y no volverse loco en el intento. Reflexionar es poner orden en el armario de tus ideas, para que nada ni nadie las contamine. Es aprender a hacer servir el sentido común, el crítico, el sensorial, el espiritual, no perder el norte ni ninguno de los puntos cardinales, que no se te vaya la pinza. Reflexionar es medir con precisión los impulsos, controlar la ira, que no te ofenda cuando hable ni cuando calle. Reflexionar es ver campos de amapolas donde otros ven espinos... En resumidas cuentas, reflexionar es hacer un comentario de texto de la vida. 



domingo, 28 de noviembre de 2021

CARTA A MAMÁ.

41 años después, aún me cuesta escribir sobre ti y para ti, mamá. Te pienso, te echo de menos y te lloro todos los días de esta extraña vida huérfana que vivo tras tu precipitada y no anunciada marcha, porque es una mentira enorme eso de que el tiempo todo lo cura. Digamos que el tiempo atempera el dolor, éste se hace más llevadero a ratos, pero la herida sigue abierta, supurando con demasiada frecuencia. No hay antibiótico para tanta infección. Todavía soy incapaz de escuchar tu voz grabada en una cinta...
Hace viento frío, ¿sabes? Un viento helador y cortante como el que soplaba el día que la muerte te arrancó de cuajo de este mundo. Y me vinieron a la mente imágenes tuyas lavando la ropa de casas ajenas en lavaderos al aire libre, ya fuera invierno o verano, helara o sudara el sol, con tus pequeñas manos callosas, arrugadas, llenas de grietas, manos trabajadas y trabajadoras... Nunca te oí una queja sobre la escasa ración de tarta que la vida había reservado para ti. Supongo que en nuestra relación de madre-hija hubieron malos momentos, tuvo que haberlos, pero no recuerdo ninguno, se me han borrado todos. Siempre es tu risa lo primero que acude a mi mente, tus ojos pequeñitos y vivaces, tu naricilla, ese rostro tan bien proporcionado en el que se podía leer con letra grande el libro abierto que fue tu vida. Confieso que he aprendido a leerlo en los silencios que no supe interpretar entonces, sólo que yo me pierdo ahora en esos mis propios silencios. ¿Qué hice mal? ¿Qué hice bien? No lo sé, mamá, pero aquello tan hermoso en lo que tú confiaste y soñaste un día, se ha roto en pedazos como un vaso al caer al suelo. ¿Me echas una mano?



sábado, 13 de noviembre de 2021

TU PODER RADICÓ EN MI MIEDO...

No dudéis que la gente que mejor nos conoce es la que sabe como hacernos más daño. Sabe de  nuestras debilidades, de  nuestros flancos con las defensas arruinadas, sabe por donde entrarnos y por donde salirnos, sin darnos tiempo siquiera a cubrirnos con un escudo protector, Zas, zas, zas, golpe va, golpe viene. Cuando giras a la izquierda resulta que viene por la derecha, y viceversa. De frente, que lo veo venir, pues no, es por la espalda Y así hasta que caes al suelo vencido, herido, destrozado por dentro y con sangre incolora por fuera, con el corazón hecho pedazos aunque siga latiendo sin ganas de latir, miras sin ver, escuchas sin oír, sientes sin sentir y no te puedes levantar, y tienen que acudir en tu ayuda los camilleros de turno, tus amigos, reconvertidos en médicos especialistas en curar almas, con todo el arsenal de comprensión, escuchas silenciosas, abrazos cálidos y envolventes, caricias suaves y besos sinceros,  compartiendo lágrimas y haciendo suyo tu dolor, sin añadir ni quitar nada, ni comas, ni puntos, ni peros.  Esas fueron sus vendas, ungüentos y antisépticos, y la mejor aspirina para que el dolor doliera cada vez  menos.  Cicatrizó la herida, aunque quedó un costurón de por vida con cientos de puntos de sutura, testigo silencioso de que allí fueron dichas palabras que nunca se tuvieron que pronunciar, que volaron puñales que  traspasaron el límite de la piel para clavarse en los órganos más sensibles. Testigo mudo que nunca responderá aunque se le pregunte, porque el tiempo es siempre la mejor respuesta a todas las preguntas. En el ínterin, me quedo esperando el eco aún lejano de su voz para que me ofrezca la capacidad de entender para luego comprender, aunque en mi haber una victoria tengo: "Tu poder radica en mi miedo. Ya no tengo miedo, tú no tienes poder." Eso le dijo Séneca a Nerón cuando le sentenció a muerte. Muchos actos de mi vida estuvieron regidos por el miedo: miedo a perder a alguien o algo, miedo a que no me quisieran (ay, ese afán desmedido a que nos quieran sí o sí), miedo a que no se enfadara fulanito o menganito, miedo a la noche, miedo al día, miedo a la vida más que a la muerte, miedo a la soledad, a la incertidumbre, al futuro... en realidad miedo al miedo. Y cuando dejas de sentir ese miedo, te liberas de una vez por todas. Me herirás pero sólo hasta donde yo te deje. El límite ahora lo marco yo. 


lunes, 1 de noviembre de 2021

NI

 

Siempre que las puertas se cierran, hay ventanas que se abren. Es la frase hecha a la que nos agarramos a la esperanza, aunque a veces el portazo es tan fuerte que desencaja los marcos y no hay dedos  capaces ni de abrir un postigo. Ahí estaba yo, con mis manos artrósicas intentando que siquiera un rayo de luz se colara en la negrura que se había apoderado de mi vida tras el portazo. Y el gozne se resistía...  Le dije que no necesitaba un amante, que ya había pasado por esa fase en otra vida y me conocía el percal,  que no quería migajas, ni restos, ni ratitos, ni ahora que puedo, ni pensamientos impuros que nunca se convierten en puros, ni verdades a medias, ni mentiras enteras, ni “me tengo que ir”, ni camas frías después del calentón, ni palabras huecas, ni miradas llenas, ni preguntas incómodas, ni noches eternas, ni almohadas con esencia y presencia, ni aquí te pillo aquí te mato, ni fines de semana interminables,  ni echar de menos ni de más, ni emoticonos simpáticos en el wassap, ni bailes solitarios, ni escondites, ni excusas, ni cepillos de dientes secos por no usarse, ni series que nunca veré, ni música que dejé de escuchar,  ni despedidas de hasta no saber cuándo, ni silencios demasiado silenciosos por no mentir.  No necesito un amante.  Y era verdad. Era verdad hasta que me puso las manos encima, hasta que me besó, hasta que no dejó ni un centímetro de piel por acariciar. No necesitaba un amante, no,  le necesitaba a él.  Hasta ese momento no fui consciente de lo huérfanos de caricias que estaban mis dos metros cuadrados de piel; cada fibra se puso a librar las mil batallas aplazadas en el transcurso de su historia. Mientras la mente gritaba No, la piel decía Sí, cuanto más negaba yo, más se afirmaba ella. Y ahí me hallo, con mis NI envueltos en papel de celofán y lazos de colores, mirándome al espejo más veces de las que debería,  buscando alguna arruga que estirar, ensayando sonrisas, cuidando las comidas, escogiendo y probando  la ropa que me voy a poner cuando él venga,  echándolo de menos todas las horas del día y de la noche, llamándolo en un silencio sonoro atronador,  recreándome en su rostro cuando no sabe que le miro, pensando que es un chico de ciencias y nada romántico, que no sabe leer entre líneas ni con líneas, pero que me escribe  “Buenos días bonita” y, aunque no sea tan bonita, me siento preciosa y princesa. Él ha sido capaz de abrir la ventana de cuajo.


martes, 11 de mayo de 2021

RETRATO ACTUAL

 

En mis sesenta y tantos años vividos, jamás había sido testigo de la denigración tan grande  que sufre hoy  nuestra clase política. Un “barriobajismo”  intelectual sin parangón, un no saber estar, un quítate que me pongo yo, una sarta de acusaciones, mentiras e insultos en el edificio que debería ser ejemplo y orgullo para todos los españoles y que han convertido en un gallinero, con más gallos que gallinas, picoteándose los unos a los otros, sin sonrojarse ni pensar que están ahí para trabajar por el bien común de todos -lo que menos hacen- y cuya actuación nos ha llevado a una crispación social en la que hemos perdido amigos y alejado familiares por no comulgar con unas ideas copiadas, no propias, que parecen ser las únicas válidas. Y que han desembocado en un insulto fácil, rastrero y cómodo, invocando a facciones históricas que en el pasado hicieron mucho daño al tejido social de la humanidad. Y lo peor es que no sabemos ni su significado cuando alegremente echamos mano de términos como fascista, nazi, extrema derecha-izquierda, xenófobo, franquista, comunista,  porque la mayoría de esas consignas salen de boca de jóvenes que han vivido una adolescencia fácil, con móviles de última generación y datos a mogollón pagados por los papis, que ni estudian ni trabajan, que no leen ni tebeos y que tienen plato puesto en la mesa cada día en su confortable casa familiar y alguna paguita para gastos de supervivencia, que la mayoría de las veces termina en manos ilegales. Personas fáciles de abducir, que nunca miran el hermoso cielo que tienen sobre ellos porque viven con la cabeza agachada pegados a un teléfono y que, por no tener, no tienen ni cultura parda y se aburren soberanamente si cae la red.  Tribus urbanas que visten igual, sin criterio ni gusto por la elegancia, que han hecho de la mochila, la sudadera y las camisetas desgastadas y tirando a sucias, es decir, del desaliño, su seña de identidad, que se peinan –si es que conocen el utensilio llamado peine- siguiendo un mismo modelo, copiando al líder que les opaca el entendimiento, porque en el fondo quieren ser como él, aspiran a vivir del cuento y a mamar de la ubre del Estado que les oprime, pero lo justo para que, entre respiro y respiro, vayan a votarle y así poder continuar con la saga. Resucitan a muertos, a los que hay que dejar descansar en paz, en aras de provocar en la población miedos ya superados, todo por sus propios intereses personales. No construyen, más bien hacen como el caballo de Atila, arrasan todo a su paso, mientras van engrosando sus haberes y hacen gala de un nepotismo exacerbado, colocando a parientes cercanos y lejanos, esposas y maridos, amigos, amigos de sus amigos, queridas y queridos, vecinos a los que se debe un favor,  en todo el entramado público, hasta superar a la empresa privada, la que de verdad genera riqueza y puestos de trabajo. Han convertido al Estado en la gran empresa clientelar, y le ponemos freno o vamos de cabeza a un crack peor que el de la Bolsa del 29. No sé ustedes, pero yo, parafraseando a Mafalda con una frase apócrifa atribuida a su gran imaginación, quiero que me paren el mundo ya para que se bajen unos muchos y suban otros pocos con más luces y sentido común. 

 

domingo, 9 de mayo de 2021

SUEÑOS

Piénsalo bien antes de llamar a mi puerta, te dije. Piénsalo bien porque te abriré, echaré mis brazos a tu cuello, me engancharé como un collar, y reposaré mi cabeza en tu hombro añorado. Luego lloraré, te aviso para que no te coja desprevenido. No habrá pañuelo que seque tanta lágrima contenida... Y ahí estás, riiiiiiiiing, pulsando el timbre de mi esperanza, haciendo que mi corazón llegue el primero a la meta en la carrera por sobrevivir al infarto.  Abro sigilosamente, con miedo, con el nerviosismo de la primera cita, y ahora que te tengo delante, se me olvidan los pasos del baile. ¿Cómo era? Ah, sí. Un abrazo, un reposacabezas, una llantina, por ese orden, aunque el orden sea ahora mismo un desorden muy desordenado. ¿Cuánto tiempo hay establecido para eternizar el momento en la memoria, en la carpeta de "Cosas inolvidables"? ¿Qué ramificación nerviosa dicta el final? No podemos despegarnos, ninguno de los dos da el primer paso para poner fin al envolvente abrazo que nos mantiene unidos, de pie, liberando emociones tanto tiempo enterradas bajo capas de piel curtida por el mejor artesano, el dolor. Ya, ya se va acallando mi sollozo y podemos mirarnos con la ternura con que siempre nos miramos, sin palabras, porque no las necesitamos, están escritas en el cristalino de nuestros ojos y sabemos leerlas. Ven amor, dame la mano, no permitas que no te sienta ni un instante. Y así juntos recorremos el escaso trecho hasta la fría cama en la que duermo. No te quites la ropa, amor, que no quiero sexo contigo. Acuéstate junto a mí, abrázame en ese punto medio que no es ni mucho ni poco abrazo, en el que quiero estar de por vida, ese que da cobijo y calidez y te transforma en etérea, liviana, y con la otra mano me acaricias hasta que tu piel se quede sin huellas y la mía recupere el lustre perdido por tantos siglos de carencias. Bésame la cara, amor, besos pequeñitos aquí y allí, no te dejes hueco por besar, hasta alisarme las arrugas y devolverme el tiempo perdido, si es que se puede devolver... No aspiro a más. Chiss, no hables con palabras, tu voz me la sé tan de memoria que te escucho hasta cuando callas. Que sea piel contra piel quien despierte el lado dormido que hay en mí, chiss.

Riiiiiing. ¿Pero si ya estás aquí quién osa perturbar tanta dicha? Riiiiiing, insiste.  Me despierta el repartidor de Amazon, entera, pero no mi lado dormido, y en la cama siguen estando mi soledad y yo.  Para un día que te tengo en sueños... Maldito Amazon. 

viernes, 30 de abril de 2021

FUIMOS FELICES...

 Desde hace unos meses  -he perdido la cuenta de cuántos- vivo encerrada en una estrecha burbuja, en cuanto a liberar y expresar todo lo que me oprime por dentro. Sensación de ahogo, desasosiego, desencanto, incertidumbre, tristeza, soledad, vaguedad en grado extremo, que se extiende desde los pies hasta el último cabello. Nada me emociona, todo me perturba. Incluso mis sueños han dejado de llevarme a esos lugares en los que necesito estar. Y no es que yo sea una persona negativa, que no es así, pues mi vaso siempre está a rebosar, o medio lleno. No, no es eso. Tiendo a analizar y reflexionar sobre todo lo que gira a mi alrededor y me afecte de algún modo,  siempre que mi capacidad cognitiva lo entienda, que si me meto en elucubraciones matemáticas ahí me pierdo. Decía R. Tagore en uno de los poemas de "La cosecha", "Señor, ¡cómo te gusta saber que yo amo este mundo adonde me has traído¡."  Voy a reconvertir el verbo en pretérito: amaba. Yo amaba este mundo hasta hace escasamente un año, lo amé mucho más en otros pretéritos, y ya me volví loca por él en un pasado próximo, que se me hace lejano en el tiempo y en el espacio. Lo repetimos muchos de nosotros como una consigna, "Fuimos felices sin darnos cuenta de que lo éramos". Es verdad. Lo fuimos, y mucho. 





sábado, 21 de noviembre de 2020

HISTORIAS DE UNA HABITACIÓN (4) FIN

 Para que luego la Real Academia Española se esfuerce tanto por "limpiar, fijar y dar esplendor" a la lengua española: "A las tres de la noche estaba yo sola, pero sola, eh, en el balcón de mi casa porque no podía dormí, hacía muxa caló, no corría ni una pisquita de aire y me estaba recordando de hoy en la peluquería, que hablando, hablando, le dije que ese no es mi tinte y ella me dijo que sí, que era el de siempre. Pos mira tú que yo tenía razón, que no era mi tinte y me ha dejao el pelo todo colorao , como los ratones coloraos. Y se lo he dicho cuando lo ha sacao, ves, ves como no era mi tinte, que mi tinte es de color anaranjado, de toda la vida, si lo sabré yo. Cuando lleguemos a casa mi Dylan y yo ya había llegao  Pepe de la parcela y yo le he dicho, mira Pepe el estropicio que me han hecho en la peluquería, que yo le decía que no era mi tinte y ella que sí lo era. Claro, tanto cascar, tanto cascar y luego no están por la faena. Porque mira que se lo he dicho, que ese no es mi tinte... y hasta mi Pepe ha dixo que ese no era mi tinte, que mi tinte era de otro coló..." Valle-Inclán hubiera deseado tener una Marquesita a su alcance, como fuente inagotable de inspiración para sus esperpentos.

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Desde que me hago mayor en todos los sentidos, intento aplicarme una filosofía de vida que es hacer siempre lo que me haga feliz, es decir, "no hagas nunca aquello que no quieras hacer." Después de tantos días compartiendo algo más que espacio, he aprendido a ver a Marquesita como la anécdota diaria, alguien que viene a distraer las horas muertas, que se vuelven más muertas nunca, en un hospital. Tal vez no sea tan grotesca como yo la he pintado, a lo mejor es una gran persona y yo no he sabido vislumbrarla. Sólo he destacado de ella el lado que a mí me molestaba y creé un personaje del que era políticamente correcto reírse. Y sí, me he reído hasta la saciedad. Y seguiré riéndome con sus perlas lingüísticas hasta que el abuelo palme o le den el alta médica y para su casita lo manden. Pero me reiré en la soledad de mi silla, sin compartir esas risas con vosotros, porque ya no me hace feliz escribir sobre ella y su lenguaje y, porque cada noche, cuando reflexiono sobre lo que he hecho bien y mal durante el día y pido perdón si a alguien herí, también llevo días pidiéndole perdón a Marquesita por  haberla convertido en el hazmerreir de mi aburrimiento. Escribir cada día que tocaba el capítulo de Historias de una habitación me ha ayudado a desatascar ese proyecto de libro que hace muchos años fluye por mi riego sanguíneo, pero que se resistía a aflorar por un cierto pudor y temor a enfrentarme con mis demonios, Así que tengo que darle las gracias a Marquesita por ese empujón. 

ÚLTIMAS PERLAS PARA COMPLETAR EL COLLAR.

- No se me fuera venido nunca a a cabeza.

-Y vemos cambiado la conversación.

-Dale el protestor de estómago.

-Esto es craviar. (la comida era caviar).

-Tengo un perro cogido. (Tengo una perra).

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Le había cogido cariño, pobre viejito. Cuando se quedaba solo yo estaba pendiente de sus necesidades y le preguntaba cosas sobre su vida. Hablamos de la Guerra Civil, tenía él nueve años cuando estalló la contienda y recordaba como si fuera hoy mismo los muertos en las cunetas, las cosechas arrasadas, las patrullas de milicianos que asustaban a niños y grandes, la penuria, el hambre... sobre todo el hambre y el olor de la muerte, que se queda impregnado en la nariz para siempre. ¡Cuánto horror vivió! Trabajó duramente en el campo extremeño hasta que, a través de unos amigos, emigró a Tarragona, arrastrando a toda su familia, a últimos de los años cincuenta, para trabajar como una mula en la construcción, de peón toda su vida. Compartió barrio y raíces con sus vecinos y amigos, venidos todos de Extremadura. Nunca se integró, ¿para qué?. Mujer y tres muchachas, ninguno varón (ojillos de pena). Su mujer murió hace años, de lo que morían las mujeres de antaño, de cansancio. Sus hijas, una vive lejos, en el sur, por eso no puede venir a verle. A Marquesita ya la conocemos. Y otra con la que no se lleva, y me lo cuenta con pena. Tal vez haya llegado el momento de llevarse, de enjugar lágrimas y perdonar agravios... se lo dije y se puso a llorar. Disculpaba las salidas de tono de Marquesita con resignación, diciéndome que no se lo tuviera en cuenta, que ella era así, que toda la vida trabajando de peluquera en el barrio, pues qué quieres, mujer... y yo dejé de tenerla en cuenta por él. "No me llames de usted, eres la única que lo hace..." fueron sus últimas palabras, y yo le seguí llamando de usted, tal era el respeto que me inspiraba. Hoy era su cumpleaños, hubiera cumplido noventa años, pero nuestro viejito no ha querido soplar las velas en el hospital y a la una de la madrugada de este 12 de octubre, ha decidido que eso era mucha vida para su dolorido cuerpo y ha dejado de respirar. No estaba Marquesita ni nadie de su familia en ese triste tránsito: sólo mi enfermo particular, desde la cama del lado, respiró con el viejito su último aliento. DEP

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EPÍLOGO.

Con la muerte del viejito di por sentado que cerrábamos el libro y lo colocábamos en el estante de los leídos, donde quedan bonitos, se llenan de polvo y de una manera u otra, adornan nuestro hogar. Un duende travieso se ha empeñado en hacerme saber que todavía no es el momento de guardarlo. Veréis, la historia arranca el 3 de octubre, cuando nuestra morita resbala en el baño y se lastima la cadera. Después de la visita médica y con un diagnóstico sobre la marcha, sin placa, le recetan unas pastillas y crema antiinflamatoria, vamos, el Voltarén de toda la vida, y reposo de tres días con las piernas en alto. ¿Vosotros pensáis que Marquesita le otorgó tal merced? ja, ja. Cada día acudió cojeando y llorando a cuidar al viejito, e incluso a la hora de la cena, con Marquesita repantingada sobre la cama de su padre sin mover un dedo ni una pestaña, permitía que Bashira le diera de comer de pie y que se desplazara al lavabo cojeando a coger un trozo de papel para limpiar los morros del viejito...(de eso, uno de vosotros fue testigo). Tuvo que venir Pepe, la víspera de la muerte, para decirle que se tomara dos días de fiesta para mejorarse. Toda la obsesión de nuestra protagonista era que se tomara las pastillas "milagrosas" para curarse. Y mira que se lo repetía machaconamente, "Claro, si no te tomas las pastillas vas a estar así de mal todo el tiempo en que tardes en curarte hasta que te tomes las pastillas". Y dale, otra vez, y otra, y otra con las pastillas. "Qué te tomes las pastillas, ¿a qué no te las has tomao? No te vas a poné bien si no te las tomas". Ni que decir tiene que yo volvía a removerme en mi silla como si tuviera retortijones, mordiéndome la lengua para no enviarla allí donde merecía estar, hasta sangre me hice. Intenté convencer a la morita para que reposara, que se quedara en casa, que su salud era importante, y ella miraba al abuelo con pena y me decía que tenía que cuidarlo, que estaba sola y que él era toda su familia aquí... ¡Ay, madre! La inseguridad, la soledad, el miedo a perder el empleo...

Y ahora viene la segunda parte del asunto, la que me ha producido urticaria y ha hecho aumentar mi ya de por sí pobre concepto sobre la humanidad no humana. Estado el día 11 agonizando el viejito, pasó por la habitación toda la familia cercana. Y preguntó un familiar, casi al azar, sobre el futuro de Bashira porque claro, muerto el perro se acabó la rabia y sus servicios ya no serían necesarios. Marquesita alabó el buen hacer de la chica, lo que quiso a su padre y lo bien que le trató durante el año que estuvo a su lado, lo formal que era, es decir, la estaba vendiendo al mejor postor, porque claro, la morita vivía en el piso con el abuelo, comía de su comida, se beneficiaba de los suministros y cobraba un dinerito rico. Mientras estuvo ingresado ella continuó viviendo en la casa, en las mismas condiciones. Entre esa propaganda, que yo ya entreveía subversiva, Marquesita dijo que ahora le daría un tiempo de un mes o dos (que yo lo oí) y que luego ya hablarían y se plantearían el futuro. Bueno, parecía una solución razonable para que Bashira empezara a buscarse la vida... y lo que son las cosas, las coincidencias y la pequeñez del mundo: tenemos en el hospital una auxiliar marroquí que tiene amistad con Bashira y ayer le pregunté si tenía noticias, que como se encontraba... lo típico en estas circunstancias. Os juro que, a pesar de intuirlo, no estaba preparada para lo que me contó:¡¡ Marquesita ya tenía VENDIDA la casa de antemano, desde que su padre ingresó en el hospital, pendiente de desalojarla y entregar las llaves a la muerte del viejito.!! Bashira ha tenido que recoger sus cosas, abandonar la casa y buscar la ayuda de otros compatriotas, sin apenas dinero, porque el poquito que ganaba lo enviaba a su madre a Marruecos para costearle una operación. Intuía su maldad, le supuraba por los poros, pero nunca pude imaginar que, como a un perro sarnoso, al día siguiente del entierro, echara a la calle a quien se desvivió por darle a su padre todo el cuidado y cariño que ella le negó. Que el karma se lo devuelva todo con creces. Y FIN.


 




HISTORIAS DE UNA HABITACIÓN (3)


 Espesa como un puré al que le falta líquido. Así estoy hoy para escribir. Tema hay, sin lugar a dudas, pero con toda humildad reconozco que estoy cansada de Marquesita y sus visitas diarias al hospital. Me cansa su monólogo. Me cansa su aspecto. Me cansa su voz. Me cansa su léxico. Me cansa su pelo rojo. Me cansa su cantinela. Me cansa su cinismo. Me cansa su grosería. Me cansa que sea tan cansina. Me cansa que me canse. Hasta el viejito está harto de ella. Hoy, después de reñirle y no sé cuantas cosas más, el abuelo le ha dicho que se quiere morir ya y quedarse en paz de una vez. No me extraña que el pobre hombre tenga esos pensamientos, pues entre su vejez y el tormento de su hija está descompuesto el hombrico. Hoy toca tema almohadas y le está preguntando a la morita cuántas almohadas hay en la casa, le responde que dos... y ¡Válgame el cielo! "Sí que me has quedado helada a mí, me has quedado fría. Si compremos unas cuantas cuando fuimos a comprar..."😢 Comprenderéis que me sienta cansada. Yo, una firme defensora a ultranza de la lengua de Cervantes, que estoy convencida de que es una de las más completas y bonitas del mundo mundial, que tenga que lidiar con semejante res... pues va a ser que no. Mañana decidiré si me pongo los auriculares y la música en Allegro prestissimo con fuoco o ruego a los alienígenas tengan a bien abducirme cada día en esa hora fatídica que altera mi ritmo vital. Veremos...

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Estaba decidida a matar hoy a Marquesita (literariamente hablando, claro). Mis neuronas se sublevaron contra ella y me decían que ya tuvo suficiente gloria, que estaban hartitas de tanta chuminada. Mantuve la duda hasta la hora de escribir el capítulo y me dio por pensar que me he hecho mayor porque en otros tiempos no muy lejanos me hubiera enfrentado a ella y dicho el nombre del cerdo en todos los idiomas conocidos y por conocer. No me importaría su reacción y consecuencias. Noto que me he hecho más mayor aún porque me resbalan muchas cosas, que hay gente que me sobra y otra que me falta, que necesito mi espacio, soledad y silencio y me molesta mucho que lo ocupen. También leyendo vuestros comentarios y comprobando lo bien que os lo pasáis me hace guardar el puñal para más adelante. Hoy estaba Marquesita concentrada, tan concentrada que parecía dormir (yo la tenía de espaldas a mí), con un bolígrafo en la mano tamborileando. ¿Qué hará?. Me levanto a curiosear y casi me caigo de la fuerte impresión. ¡Estaba haciendo sopa de letras de un cuaderno que tiene la morita para entretenerse! No me lo podía creer. En esas que llega Bashira y le dice: "Mira, te lo he cogido y he estado buscando las tres que te quedan, pero no las encuentro". Media hora llevaba con la sopa de letras, media hora para tres palabras que no encontró. Pero alma de cántaro, si "waseamos" en vez de wasapeamos, si "mantención" por mantenimiento, si "ponemela" por pónmela... más que sopa de letras estamos haciendo una paella sin arroz. Que vaya de gusto.

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Uno de los mejores síntomas de integración que demuestra una persona hacia el rincón del mundo que le acoge, es el idioma. Aprender la lengua del lugar en donde paces, aunque sea temporalmente, habla de tu condición de persona libre, de ciudadano de un mundo global y plural en el que cabemos todos. En Cataluña se da una circunstancia curiosa para que muchos de los inmigrantes venidos en su momento de todos los rincones de España, no intentaran hacer del catalán su segunda lengua vehicular: como el castellano convive como lengua oficial con el catalán y todo el mundo lo habla y entiende, ¿para qué se va a esforzar uno en hablar catalán? Haremos el mínimo esfuerzo por entenderlo, no vaya a ser que hablen mal de nosotros y en eso sí hay que estar alerta. Cuando yo era pequeña el catalán quedaba restringido al ámbito familiar, estaba excluido de todo el sistema educativo y muy pocos, unos privilegiados, sabían escribirlo. Los niños foráneos lo aprendíamos en la calle a través de los autóctonos del lugar, con juegos, una gran dosis de integración y la firmeza de no querer ser diferentes. Quiero creer que Marquesita no tuvo los medios necesarios a su alcance a que se cerrara en banda a toda evolución, quiero creerlo, aunque las dudas hacen acto de presencia a todas horas. Hace unos días, monologando con la morita, le decía que era incapaz de seguir una conversación en catalán y de hablar, vamos, eso ya es mucho pedir. Como os he dicho, para qué me voy a esforzar si ya me entienden, aunque hable mal. Que sus nietos sí lo hablaban muy bien ... y la morita le preguntó si Dylan era catalán, a lo que ella, con toda su dignidad intacta, respondió: "Sí, es catalán desde que nació." Sin comentarios...

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Me cae bien Bashira. Desde el zarpazo que le di con lo del teléfono se cuida mucho de hablar en la habitación, pero eso fue la anécdota. Pasado el berrinche de unos tres días de morros muy morros, empezó a mostrarse tal cual: amable, callada, servicial, resignada, agradecida. Ni guapa ni fea, del montón de mujeres marroquíes que nos cruzamos cada día por la calle, con su hijab en la cabeza, recatada en el vestir, diría que la prenda que más cambia es el pañuelo, más bien alta y huesuda, que dejó su Marruecos para venir a trabajar a nuestro país animada por alguna amistad, ante la precariedad de su casa. España, la tierra prometida, donde las fuentes manan leche de burra. Una mujer musulmana, sola, soltera, lejos de su familia y su país... mucho valor le echó nuestra morita. Apenas hablamos porque entiende poquísimo español, lleva un año aquí y sé que va a clase algunas tardes, por lo que he oído en retazos cuando Marquesita habla y habla hasta por los codos con Bashira y ella va asintiendo como los perritos que antaño se colocaban en las bandejas traseras de los coches, sin entender ni una palabra. Bien, aplaudo que nuestra morita asista a esas clases, necesita el idioma como agua de mayo para desempeñar otro trabajo mejor que no sea cuidadora del viejito, porque este señor un día palmará, se lo llevará la parca al profundo hoyo y ella se quedará compuesta, sin viejo y sin trabajo. Lo que me tiene preocupada en sumo grado (bueno, no tan sumo), es que con Marquesita a su lado dándole la chapa cada día con su vocabulario y malas formas lingüísticas, Bashira no avanzará en su aprendizaje. Cuando la maestra le enseñe a decir "Ponle el chándal" y la otra le diga "Ponele er chanda" de ahí puede salir un batiburrillo de jerga que ponga en jaque a todos los lingüistas del país. ¡Ay madre! Me imagino a todo un Pérez-Reverte debatiendo con los miembros de la RAE con su afilada y perversa pluma y me revuelco por los suelos. 

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En el fondo, pero muy en fondo, me gustaría conocer más a Marquesita, verla en su ambiente, en su salsa, para poder cambiar mi percepción sobre ella. Mis juicios están formados a través de lo que me transmite con su actitud un tanto chulesca y sus "Crónicas marcianas" monologando con Bashira o el trato con su padre. Ya he comentado que es un estropajo de esparto con el abuelo, no le escucho ni una sola palabra de cariño ni veo gestos de amor filial hacia él. De los retazos he deducido que su hija es peluquera, de ahí que siempre lleve su pelo rojizo-anaranjado repeinado y lacado como recién salida del horno, que tiene otro hijo y creo que tres nietos, pero... ¿cómo es en su hogar en el día a día? ¿qué cocina? ¿qué programas de televisión ve? (esto creo que lo sé😉)¿de qué habla en la intimidad con los suyos? ¿Cuáles son sus inquietudes políticas, sociales y culturales, si las tiene? ¿Cómo son sus amistades? ¿Cree en algún Dios? ¿Ha leído algún libro? ¿Qué música escucha, qué tipo de cine le gusta? ¿A qué espectáculos asiste o le gustaría asistir? ¿Sabrá quién es Velázquez o sólo tenemos espacio mental para la Pantoja y familia? Nada de eso se intuye en lo que habla, como si su mundo se resumiera a las menudencias que la vida otorga cada día, sin exprimirlo, sin aspiraciones para alcanzar las frutas altas del árbol. También deduzco que su Pepe vive una vida muy al margen de ella, que después de tomar su "astimé" se va a la parcela y que es feliz arrancando malas hierbas, sembrando tomates, en comunión con la naturaleza, oyendo hablar al silencio y al cras, cras de su azada. Le comprendo, pobre hombre. No sé nada de todo lo que quisiera, o no, saber de ella. Eso sí, hace un puré de calabacín y "zanajoria" para chuparse los dedos.

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Nuestra morita ha hecho algo mal estos días, pero no he podido averiguar qué ha sido. Hubo nervios, lloros, cabezas bajas y noches sin pegar ojo por parte de ella y de Marquesita. Al mes parece que empieza a darse cuenta que compartimos espacio, que necesitamos un respeto mi paciente y yo, y ya sus monólogos los hace en voz más baja, lo que mis oídos agradecen, aunque con mi sordera a cuestas, que se va agravando con el tiempo y sin el tono chillón de sus disertaciones, poco voy a poder anotar ya en mi bloc. Aún quedan perlas gloriosas, como las que derramó ayer por la habitación y que fueron dando saltitos hasta pararse quietas, inmóviles, a mis pies, hablando de ese misterioso asunto que parece ha salpicado el honor de Bashira. La primera frase no tiene desperdicio y daba entrada con batuta a lo que vendría después. "Ara ya, como decimos aquí, hay que sacá pie del celerador". De verdad que intento escribir con fino pincel y que lo que dice no me haga botar del sillón, pero no es tarea fácil. Incluso abstrayéndome y metiéndome dentro del libro de turno, noto como un cortocircuito en mi cabeza cuando suelta esas perlas de cultivo a rodar. Vamos al meollo: "Ya iré yo a recogételos. Pero tú la carta la echas en el buzón que hay al lado de casa. O buscas otro buzón, pero que sea un buzón de color amarillo como el que hay al lado de casa. Coges el sobre y lo echas dentro. Si no te gusta ese, te vas a otro, pero que sea de Correos y de color amarillo. Y la echas. Y ya llegará. Ya sabes, cuando sales de casa a la derecha está el buzón amarillo. También puedes ir a Correos, pero no vale la pena, en un buzón también puedes echar la carta." Y yo, desde mi tribuna, levanto los ojos al techo y me pregunto si esta pesadilla tendrá fin algún día, presintiendo que hoy soñaré con un buzón de correos amarillo, y deseando con todas mis fuerzas que ojalá éste le coja la mano cuando deposite la carta y que acuda desangrándose a Marquesita, pidiéndoles daños y perjuicios por no avisarla de que los buzones amarillos se comen las manos humanas que osan echar cartas en ellos...


jueves, 19 de noviembre de 2020

HISTORIAS DE UNA HABITACIÓN (2)


 

HISTORIAS DE UNA HABITACIÓN (2)

No vayáis a pensar que le tengo cierta manía persecutoria o inquina psicópata a Marquesita o que la considere mala persona. Lejos de mí tales sentimientos y pensamientos, además de que no la conozco de nada, ni hemos compartido mantel y mesa para tener tal o cual opinión sobre ella. Sencillamente, no conectamos de entrada y hemos dejado que el muro cada día tenga más hileras de piedra y ningún hueco ni resalte para escalarlo. Ni yo le soy simpática a ella ni ella me resulta simpática a mí. No hay más. Imagino, por lo que escucho, que es una buena madre para sus hijos, una gran esposa para su Pepe y una excelente y abnegada abuela para sus nietos. Sólo discrepo de lo que veo con mis ojos y escucho con mis oídos en la cotidianidad que compartimos, porque no hay nada más penoso que querer aparentar aquello que no somos, y en ese aspecto Marquesita tiene un doctorado. Tampoco es que yo sea un dechado de virtudes, cuidado, ni pretendo serlo, pero conozco mis miserias, soy consciente de ellas y las llevo con una dignidad pasmosa. Porque vamos a ver... de acuerdo o desacuerdo con que el viejito, del que me ocuparé en otro momento (cuidadito con él), haya bautizado a la morita con un nombre cristiano, pero so perra, que le llames tú Montse también a todas horas y en cada momento, es para otorgarte el título a la mediocridad. ¡Válgame la Moreneta por tercera vez!.

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La segunda acepción de la RAE acerca de elucubrar dice: Imaginar sin mucho fundamento. Viene a cuento porque no quiero que penséis que mi aburrimiento me lleva a elucubraciones mentales acerca de Marquesita, ni mucho menos. Todo lo que cuento es fruto de una incómoda observación sobre los comportamientos que calificamos de humanos cuando estos humanos se hallan fuera de su ámbito cotidiano y quieren demostrar algo que no es inherente a ellos, vamos, por decirlo más claro, intentan demostrar al prójimo cualidades de las que carecen. De tal palo tal astilla, reza el refrán. El viejito es un tirano del copón con la morita, aparte de mentiroso y egoísta rematado. Hace unos días, su Montse, nuestra Bashira, no se encontraba bien, había dormido mal y tenía un fuerte dolor de cabeza. Ella cumplió fielmente con sus obligaciones y horario y al llegar Marquesita le dijo si le importaba se fuera a casa, que estaba malita. Pues cuando se fue, estas fueron las palabras del abuelo: "Claro, se va y no viene hasta mañana, tú me tienes que dar la cena y nosotros le pagamos igual." ¡Manda huevos con el viejito! Aunque más anecdótico fue lo de ayer cuando llegó Marquesita por la tarde y la morita aún no había llegado. Le preguntó a su padre que a qué hora se había ido la chica y él, ni corto ni perezoso, que no tiene ni pajolera idea de la hora que es ni del día en que vive, va y le espeta que a las 12.30. ¡Mentira podrida! porque cada día Bashira se va sobre las 13.30, después de darle de comer, dejarlo en la cama dispuesto para dormir y darle un beso de adiós. ¿y qué es lo que ha pasado hoy a mediodía? Premio para quien lo acierte... Sí, sí.  Marquesita ha hecho acto de presencia en la habitación a las 13.20, con el consiguiente sobresalto para todos los que la ocupamos, alegando que estaba aburrida en casa y que le había dicho a su Pepe, que estaba abajo esperándola en el coche, "Vamos a ver al vieho y así me distraigo". ¿Alguien se lo cree? ¡Mala pécora!.

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Os voy a confesar algo: Marquesita me tiene agotada, hasta el punto de que cuando entra precedida por su chorro de aire en la habitación me pongo los auriculares y la música a todo trapo para no tener que oír sus peroratas repetidas hasta la saciedad. Mi enfermo sólo tiene que levantar la mano cuando quiere algo y así evito que este espécimen merme mi paz y mi salud. Eso va en detrimento de los apuntes en el bloc, pero creo que tenemos material más que suficiente y como imagino vuestro cariño hacia mí, me permitiréis estas pequeñas licencias en favor de mi sosiego. El azar decide que paciente ocupa ventanal y quien puerta. Al viejito le tocó el balcón en la rifa, con el consiguiente  ir y venir de cortinas, persianas y aperturas de corredera. Aquí sí que prima la posesión del espacio y no hay solidaridad ni ningún tipo de respeto hacia los que ocupamos el lugar puerta. Bashira aún tiene algún miramiento porque le digo que cuando me marche cerraré yo, pero ¡Ay Marquesita! Llega acalorada de la calle -aparte del verano, la menopausia es muuu mala- y tras el viento, arrea con las cortinas de parte a parte y abre hasta donde le sale del pototo. Y yo con mis miradas asesinas y renegando en hebreo, y eso que desconozco la lengua, pero me sale que ni pintado. Lo mismo hace cuando se marcha a última hora de la tarde, cierra a cal y canto, en plan nocturno y con alevosía, hala, a dormir todo el mundo. Alguna vez he encendido la luz en plan indirecta, pero ni así se da por enterada, ella sigue con sus grandezas en su mundo unipersonal. Si yo le contara, aquí donde me ve tan callada... De su poca calidad humana y baja estofa habla la frase que le soltó a la morita en una ocasión, refiriéndose al "vieho" y sus males: -A éste ya llevo un montón de tiempo aguantándolo... Hija de tu madre, ¿y él no te aguantó a ti, te vistió, de dio de comer, te educó más o menos bien, trabajó hasta la saciedad para que a sus niñas no les faltara de nada? ¿Alguna vez te echó en cara sus desvelos y como estiraba su sueldo para llegar a fin de mes? ¿Te escatimó cariño o te puso algún mote, te llamó ignorante cuando no quisiste estudiar? Un par de guantazos bien dados es lo que le faltó al viejito con ella y otro gallo nos cantaría.

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Marquesita pertenece a mi generación, una generación que vivió su niñez bajo la rigidez de la dictadura franquista y una juventud que asistió esperanzada al fin del régimen y al nacimiento de la democracia. El sistema educativo de la época pretendía, digámoslo así, una correcta formación académica de los alumnos, que hasta los catorce años estaban obligados a cumplir. Luego ya, pasar al otro nivel era cuestión de medios económicos en casa y de aptitud por parte del alumno. La "Enciclopedia Álvarez" estuvo vigente hasta 1966 y en ella residía nuestro esquematizado conocimiento, que aprendíamos a base de mucha memoria, con comas y puntos, por el rito de la repetición y cantinela constante. "Sólo se sabe lo que se recuerda." No sé si memorizar la lista de los reyes godos me ayudó de algo... Muchos tuvimos que dejar la escuela a los 14 años, o incluso antes, cuando ya podías desempeñar un trabajo de aprendiz  en cualquier oficio y así contribuir a la precaria economía familiar. Mi vida quedó vacía en ese tiempo, del que guardo muy malos recuerdos, sino peores. Ante la negativa paterna a seguir estudiando, me refugié en la lectura. Tenía un cajón lleno  de TBO, Capitán Trueno, Historias bélicas, Esther, Cancionero...que no recuerdo de dónde sacaba, y que eran mi tesoro. Y un día entró en mi vida Martín Vigil. Sus libros me engancharon con catorce años, y luego entraron otros autores, otras obras, en un goteo constante que me obligaba a pensar, a saber, a querer saber más, a rebelarme. Hasta que la vida me lo puso fácil y tras un brillante Secretariado y varios trabajos, pude acceder a la Universidad y ver colmados mis anhelos. Conocer, observar, aprender. ¡Lo había conseguido por mí misma! ¿Y qué tiene que ver esta historia con Marquesita, os estaréis preguntando? Pues todo y nada. Uno se supera sólo si anhela hacerlo y no se conforma con ser uno más de la manada. Hablar con corrección no es difícil, lo difícil es hacerlo tan mal como ella lo hace. Mañana trataremos sus conjugaciones verbales, algo que tiene en constante zozobra a mis sufridos tímpanos. Mientras lo hilvano, sed curiosos, leed, observad, disfrutad de una buena conversación, sed amables y generosos, compasivos, sinceros, amigos leales y, ante todo, vivid y dejad vivir. 

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Lo dicho, la observación nos proporciona conocimiento y si aparte intentamos llevar a la práctica lo que vamos aprendiendo, entonces es que somos unos alumnos aventajados. Pero, ante todo, observar es la base para corregirnos  e ir construyendo poco a poco nuestro edificio personal, nuestra casa interior. Otro de los pilares de esta particular construcción es no creernos el ombligo del mundo, ni mejor ni peor que nuestros semejantes; sólo somos diferentes. Asumo el hecho de que Marquesita es de otra pasta, tal vez no lleve gluten y es más sana que la mía con trigo, vete tú a saber. Asumo también nuestras diferencias culturales, sociales, políticas, religiosas, espaciales, ambientales, dinásticas. En fin, que asumo todo respecto a lo que nos separa más que nos une a ambas. Lo que me NIEGO a asumir es que me atormente día tras día con su jerga barriobajera, que me dé la chapa repitiendo hasta la saciedad sus palabras, que eleve la voz como una verdulera mañanera creyendo que la habitación es para su uso exclusivo, que lleve las orejeras de los borricos puestas y no vea que al ladito ocupa la cama un enfermo peor que su padre, que necesita respeto y silencio, y una cuidadora que ni levanta los ojos de sus tareas para no molestar...Sí, somos diferentes, ¡Gracias a Dios!.

PERLAS PARA UN COLLAR:

-ME SE ha CAÍO.

-Yo NESECITO CAMINÁ, ¿qué NESECITA él?

- En vez de DÁTELA a ti.

- Y más que le TRAJIERA se comería.

-¿A qué hora nos ACOSTEMOS anoche?

- Se han ABAJADO.

- Lo tengo DESCONESTADO.

-Qué PACENCIA!

-Si se FUERA GASTAO te lo FUERAN dicho y lo FUERAN DEJAO ahí PA que tú lo veas.

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No creáis que Marquesita ocupa toda mi mente en las horas que paso enganchada al sillón. Ella es la anécdota, el chiste malo que no da risa, la que hace que mis sentidos se subleven, quien provoca mi rechazo hacia los semejantes que creen que el mundo está hecho sólo para ellos. Una vez traspasa la puerta, mis humores vuelven a su sitio, el equilibrio regresa y mi espacio queda inundado de la paz que me robó con su presencia. Entonces se crea hueco para que otros pensamientos  pugnen por lograr mi atención. A algunos intento mantenerlos a raya porque son tóxicos y nocivos para mi bienestar y el del paciente... La enfermedad y la larga estancia en un hospital ponen a prueba el amor, la amistad y la honestidad de las personas. Ahí es cuando realmente la careta se cae y deja el rostro y los sentimientos en carne viva, descubres quien es amigo de verdad, que no te deja solo ante tanta adversidad, y quien lo era sólo de boquilla, sientes en primera persona la ingratitud de la familia y cuando miras los ojos del enfermo ves en ellos una pena difícil de soportar. Así que, en esos momentos, le cojo la mano y le susurro bajito "Yo estoy contigo". A pesar de los pesares, "yo estoy contigo". Contra viento y marea, "yo estoy contigo". En la salud y la enfermedad, "yo estoy contigo". Entonces, un par de lágrimas se escapan de sus ojos verdes y sé que van llenas de gratitud, de arrepentimiento, de amor. Él también está conmigo.

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Ayer me preguntó un amigo muy querido, que sigue mis relatos, que cuánto había de exageración por mi parte en "Perlas para un collar" de Marquesita. Puedo prometer y prometo que aún me quedo corta en mi exposición a la hora de transcribir lo que sale por su boca. Lo peor, que ya es mucho peor, no es que conjugue los verbos a su libre albedrío, sino su convencimiento de que habla como los mismos académicos y por eso repite y repite, para oírse y aplaudirse. Y no son sólo las formas verbales quienes gozan de la destrucción masiva, no. Ninguna palabra está exenta de ser decapitada por Marquesita. Lo que ocurre es que hay que oírlo todo dentro de un contexto y con su tono de voz para que los matices penetren por el conducto auditivo y el cerebro se revuelva cual muerto en su tumba. Hoy os dejo otra tanda, a ver si terminamos el collar y mandamos a la marquesa de marras al destierro.

PERLAS PARA UN COLLAR.

-Pepe se ha tomado un ASTIMÉ y yo un CACOLAT. 

-ASÍN se lo doy yo.

-Lo único quiero son las AFOTOS.

-Tienes que poner FUERZA DE TU VOLUNTAD.

-No seas PACIENTE (por impaciente).

-Que te QUITAN DE COMÉ.

- Cuando BAJE PARA ABAJO. (Ole)

-Yo no puedo SUBIR PARA ARRIBA con él (Otro Ole)

HISTORIAS DE UNA HABITACIÓN (1)


Hace tres años, en 2017,  durante las largas estancias de mi paciente en el sociosanitario, escribí estas Historias que publicaba a diario en mi IG. Hoy, a petición del respetable, las rescato del olvido. 

 HISTORIAS DE UNA HABITACIÓN. (1)

Ríanse ustedes de las desventajas y desventuras de los pisos compartidos y vénganse un tiempo a una habitación de hospital. Lo que da de sí la silla en la que veo pasar las horas, los días, las semanas...y a una vida que se aferra a la barandilla de la cama como una garrapata al cuerpo de un animal. Viene esta historia, que os contaré por entregas, a que en unos pocos m2 una es testigo de lo peor y lo mejor que brota del ser humano. Comparte habitación mi paciente con un señor cuya única enfermedad es que se muere de viejo: 90 años que se le salen por todos los surcos de la piel. Le cuida una chica marroquí, que merece un capítulo aparte, y por las tardes "aparece" la hija del viejito... ¡Ay, la hija! que deja el palacio para venir al hospital.

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"Montse, ¡dame agua!". Por imperativo legal. Mis ojos como platos👀, ¿habré oído bien?. Si es marroquí, musulmana, lleva la cabeza cubierta con el hiyab, habla árabe, viste recatada como buena creyente, no puede ser que se llame Montse... ¿se habrá convertido? No me cuadra nada. Presto más atención y vuelvo a oír "Montse, ya no me des más, que me ahogo". ¡Válgame la Moreneta! Mis oídos funcionan correctamente, anulo mentalmente la visita que ya había programado al otorrino y me convierto de facto en el inspector Gadget, mis sentidos en alerta ante la más mínima nota de voz. Así me voy enterando de que Montse se llama en realidad Bashira y que el abuelete, que encuentra muy difícil recordar ese nombre, decide bautizarla en cristiano, sobre la marcha, con el nombre de la virgen negra. ¡Válgame la Moreneta por segunda vez! Por asimilación y coincidencia no creo haya sido, se parecen como un huevo a una alcachofa; tal vez un hipocorístico como Pepi o Nati, en plan neutro, hubiera sido más acertado a todo el bagaje que el nombre de Montse lleva implícito. Y no sé cual debe ser el sentimiento de una persona musulmana, cuyo nombre siempre tiene un significado muy espiritual, no santero como los nuestros, a responder y sentirse aludida ante un nombre de lo más católico, apostólico y romano y que ostenta una imagen (cuando ellos son contrarios a tales manifestaciones) de lo más venerada en esta tierra que le acoge. ¿Alguien le preguntó si le parecía bien ese cambio, si se sentía a gusto con el nombre, si le importaba? Seguro que aceptó resignada y sumisa, que un trabajo es un trabajo y de la manera que están las cosas más vale pájaro en mano...

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Después de doce días compartiendo espacio, aún no sé cual es el nombre de la hija del viejito. Tiene la susodicha unos 60 años, de complexión fuerte, facciones poco agraciadas ni agradecidas, pelo corto con tinte rojizo-anaranjado y cuando camina, una corriente de aire se levanta a su paso, tal garbo se da, cual Correcaminos. Vive en un barrio de la ciudad, por la zona de Poniente, y tiene una parcela, el sueño de cualquier emigrante. La llamaremos Marquesita, porque tengo la sensación de que nació en cuna equivocada y aún la anda buscando. 

Marquesita tiene una peculiaridad que la hace invisible a mis ojos y demasiado visible para mis oídos, y ésa es su manera de hablar. Digamos que tiene una jerga propia, que lleva a extremos casi grotescos. Y lo peor de todo es que ella es de las que se escuchan, y no contenta con una, se repite hasta cuatro veces si es necesario, hasta que queda satisfecha, se le nota en la respiración. Ojo, que puede volver sobre sus pasos y ¡repetirla una quinta! Tiene su léxico propio, que voy anotando pacientemente en mi bloc:- Me da a mí la "tentación" de que hoy se va a caer. De tanto repetirlo ya me hace dudar a mí de si "sensación" es lo incorrecto. Pero lo más "cool" (perdonad el anglicismo, no he podido resistirlo) sucedió ayer, cuando contaba a unos amigos que visitaron al viejito, un crucero que hizo el año pasado y glosaba las maravillas del barco. Los "camerinos" taladraron mi cerebro y aún ando a la zaga de tales habitáculos. Si los halláis, ponedme sobre aviso, por favor.

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La primera mañana de compartir habitación, Bashira-Montse, que se sienta en una esquina a los pies de la cama del viejito y coincide visualmente en diagonal conmigo, me obsequió con una hora y cuarto de charla telefónica en árabe, con aspavientos incluidos. Yo seguía con mis ojos como platos👀, incrédula ante tamaña falta de respeto y consideración, pero me callé y aguanté el chaparrón estoicamente, pensando que tendría algún problema y necesitaba desfogarse con alguien cercano, su madre tal vez. Venga Fran, sé comprensiva, pobrecilla, lejos de su país y su familia, a saber que le pasa. Al día siguiente, a la misma hora, mientras el viejito dormía, otra hora y pico más de conversación en árabe, con esos giros tan característicos de las erres guturales y las haches aspiradas. Yo le echaba miradas asesinas de soslayo a la chica, que ni tan siquiera apreció, tan absorta andaba ella en su conversación. Empecé a mosquearme, no puede ser que no se dé cuenta de que nos está molestando, que yo voy casi de puntillas por la habitación para que no se note mi presencia, que me paso las horas sentada en mi sillón leyendo, jugando a Apalabrados y al Candy Crush y atendiendo al enfermo en lo poco que me pide. Volví a callarme. Pero ¡ay amigos! Al tercer día volvió a repetirse la cantinela y la hija de mi madre no pudo resistirlo más y estalló cual volcán. Ya no pensé que tenía algún tipo de problema, sino que el problema era la educación -no- recibida. A partir de ese momento sigue hablando por teléfono cada día y largo rato... pero en el pasillo.

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Ese toque de atención a Montse trajo consigo una gran corriente de aire al paso de Marquesita, casi me atrevería a afirmar que el huracán Irma se formó ahí (con todos mis respetos a quienes golpeó vilmente). Bashira debió contarle nuestro rifirrafe y esta tarde sólo el viento ululando se oyó tras ella al entrar en la habitación, ni un hola o buenas tardes surgió de su boca, mirando al frente como si estuviera desfilando para un gran público, erguida, orgullosa, me atrevería a decir con arrogancia. Para sus adentros debía pensar "Mira la pija esa, qué se ha creído, que va a soplar a mi empleada", yo, que de pija tengo sólo el bolso...y ya anda un tanto ajado por el uso. Así se ha creado un muro de las lamentaciones invisible entre ella y yo, infranqueable por mi parte, en donde escribo papelitos rogando a todo el panteón de mis dioses que al viejito le den el alta pronto y se vaya a su casa con su Montse y su Marquesita, llevándose tanta gloria como paz van a dejar. No voy a justificar mi falta de empatía hacia ella. En todo caso, como dijo Fidel, la historia me absolverá.

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Mi olfato de inspector Gadget se ha afinado con los días y después de preguntarme el porqué Marquesita viene cada tarde a ver a su padre teniendo a una persona que le cuida y no se mueve de su lado, encontré la respuesta que ya intuía de antemano: la herencia del viejito. Algún pisito y los dineritos de la cartilla. Marquesita parece ser que tiene dos hermanas con las que no se lleva, e imagino que el viejito también debe guardar algún resquemor  hacia ellas, aunque le noto un matiz de pena y cierta melancolía en la mirada. No es que Marquesita sea un tarro de azúcar con él, digamos que más bien le trata con aspereza, llamándole "vieho" e imponiendo su criterio y autoridad. Y no hay día que no tenga con su padre este monólogo: " ¿Quién ha venido a vete? ¿ha venío alguien a vete? Eh, eh, ¿quién ha venío a vete? Eh, eh. Nadie, ¿verdad? Pues que sepas que estaban ahí abajo y que no han subío p'arriba a vete, que la única que viene a vete soy yo, que lo sepas, eh, eh. No ha venío nadie a vete, ¿verdad?  Claro, como van a vení a vete si saben que estoy yo. ¿Me has oío, vieho? Yo, sólo yo vengo a vete cada día...eh, eh." Venga los días que venga y aspire a lo que aspire, a veces estoy tentada de decirle que existe la legítima...



sábado, 14 de noviembre de 2020

POLÍTICOS DE HOY


Ando estos días asistiendo, como todos imagino, al lamentable espectáculo que ha montado la clase política de nuestro país. Y además, con una entrada gratuita, que ya veremos el día que salgamos del teatro, en la puerta nos esperarán con la cesta de las limosnas en una mano y la taser en la otra. Pobres y muertos, así nos quieren, y nos lo mereceremos, por no saber defender lo que tanto costó a nuestros abuelos y padres, conseguir para nosotros, sus descendientes, los que hemos derrochado a manos llenas ese legado de sangre, sudor y lágrimas. Asisto también perpleja, con otra entrada gratuita, al bombardeo  que los medios de comunicación lanzan sobre la población, hora sí y hora también, que, en mi caso, me lleva a gozar de una excelente salud mental gracias al clic de apagar los dispositivos, aunque haya veces que su eco resuene por toda la casa. No hay nada más importante que las paridas de los políticos, esos que van al hemiciclo a ciscarse los unos en los otros, a sacarse los trapos sucios, (tú más que yo), a insultarse sin medida ni respeto, a chulearse frente al triste espectador que ha depositado en ellos su confianza para que le saquen del atolladero en el que se halla metido, luciendo sus caros e inaccesibles complementos con descaro, riéndose de acentos nativos, menospreciándose a sí mismos cuando en el turno de palabra hacen uso descarado de sus móviles, sin atender al orador. La chulería, la mala educación, la ignorancia, la egolatría, la soberbia, la mentira, la desidia, el "non fare niente" son las disciplinas en las que se han diplomado nuestros políticos. Ya no trabajan por y para el pueblo que les puso ahí, sino para ellos mismos, para nadar en su ego, engordar sus cuentas bancarias, no importa como,  y procurarse una vida holgazana bien pagada después. Y los medios les invitan gozosos a sus programas en radio y televisión a que suelten sus ocurrencias, como si nada  hubiera después, de, entre, hacia, hasta ellos...debe ser una cuota de pantalla que hay que llenar sí o sí, de lo contrario, me lo expliquen. ¡Y cómo hablan con la boca llena de democracia, problemas sociales, economía, educación...! Claro que, luego viendo todo lo que anda suelto por el mundo, no nos extrañe tanto la dirección que llevan sus palabras, que no es otra que hacia esos que aspiran a vivir como ellos. No hay nada más peligroso que un ignorante. Bueno, sí lo hay: dos ignorantes juntos. 

A título personal: el pacto con Bildu ha abierto heridas que se aguantaban con una débil sutura. Y en los que vivimos los atentados y asesinatos de ETA con la desazón diaria que nos hacían llegar los medios de comunicación, ha creado un sentimiento de frustración, estupor e indignidad, que nos hace preguntar si tanto sufrimiento no sirvió más que para ver a los que apretaron el gatillo en el podio sangriento de los vencedores, levantando el trofeo que más ansiaban tener en su vitrina: una España destripada.
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viernes, 8 de mayo de 2020

UN DÍA EN LA VIDA DE UNA MADRE DE TANTAS....


Un día en la vida de una madre separada, con dos hijos de cinco y seis años, sin escuela desde hace dos meses por la pandemia y que tienen que hacer los deberes en casa, cual si de una clase presencial  se tratara, y madre que también tiene tareas laborales a realizar desde el único ordenador que hay casa.

Se levanta la familia sobre las 9, pues se ha perdido un poco el ritmo del acostumbrado horario durante el confinamiento. Ya se sabe, con dos niños pequeños, uno quiere desayunar una cosa y el otro algo distinto. Mamá ha de tener de todo para complacer a los niños, ha de ser previsora, porque luego la bronca de los pequeños tiranos es de órdago. Después nos duchamos o aseamos, depende de si toca ducha por la noche o por la mañana, y nos vestimos como un día normal, no hay que ir con pijama y chándal todo el día por casa, hay que seguir manteniendo las buenas costumbres. Mientras, mamá ya ha recogido la casa y ha hecho las camas.  Imaginemos que es lunes, empezamos la semana y tenemos una rutina marcada que cumplir… hasta ahí vamos bien. Llega la hora de las tareas escolares. Hay que conectarse a Internet, porque ambas maestras envían los deberes por correo y hay que abrir los dos enlaces con el código de cada alumno, primero ver los de uno, lo que lleva un tiempo considerable, y luego ver los de otro. ¡Oh! Hoy hay sorpresa: estudiar los planetas del sistema solar viendo un video de Youtube de equis minutos de duración. Es decir, mientras uno de los niños ve el video de los planetas, nadie más puede usar el ordenador… aparte de que mamá tiene que ver el video con el hijo para explicárselo y que lo entienda. ¿Cómo pones a un niño de cinco años a que aprenda el sistema solar solito? Mamá maestra refresca conocimientos y explica. Mientras, el otro hijo va llenando hojas de sumas y restas, sin poderse concentrar porque el sonido del video se lo impide. Se queja. Se queja el otro. Se queja la madre. Regañina al canto para todos. Después de los planetas, resulta que la profe ha puesto otro enlace a Youtube para la clase de sociales, y otro para religión. Así que toda la mañana hay que pasarla mirando vídeos y luego pasar a fichas lo aprendido. Pero vaya, ha entrado en el correo el mensaje de la profesora de inglés: otro video y otra ficha. En el ínterin, el otro hijo ya terminó a regañadientes las matemáticas y ahora le toca un dictado. ¿qué quién le va a dar el dictado? La profe no, desde luego. Tendrá mamá que dejar al de los vídeos solo y dictarle a la criatura, echando miradas de soslayo para que no se despiste el otro. Aparte de los vídeos, mamá tiene que imprimir cada semana entre 15 y 20 páginas, llamémosle fichas, y eso sólo para un niño. El otro se lleva otras tantas, con el consiguiente gasto en tinta y papel, sumado al enorme dispendio que hizo en libros al inicio del curso, libros que permanecen en el colegio, porque nadie fue capaz de pensar que si se cerraban las escuelas y se tenían que continuar las clases en casa, los libros donde tenían que estar era en las casas. Se reclaman los libros, pero los oídos están cerrados.


Cuando ya hemos terminado la sesión de vídeos de un hijo, hay que abrir el correo del otro, en el que vamos a repetir más o menos los mismos pasos, aunque con diferentes vídeos. Pero mira por donde, que fantástica la profe, hoy dice que vamos a aprender a multiplicar. ¡Qué ilusión, multiplicar! Pero nos tiene que enseñar mamá, porque la profe sólo da señales de vida en el correo, no hace clases virtuales. Y mamá va dejando para más tarde sus trabajos, porque aparte de mamá, tiene que hacer de maestra, ya que la oficial está tan pancha en su casa pensando en como dará pc a las sufridas madres que están ocupando su lugar. Toca recreo, como en el cole, que los niños no perdonan ni una de sus prerrogativas. Otro minidesayuno. Aquí la cosa se relaja un tanto y cuesta un huevo volver a poner en vereda al rebañito. A esto, llega el mediodía, hora de comer. Y mamá debe abandonar la clase para preparar el sustento. Ya no hay maestra, ya no hay orden. Todos en anarquía. Los niños necesitan ser niños de nuevo, ver la tele, no importa lo que den, hay que tenerla puesta, mientras juegan con sus móviles. Porque eso sí, hoy los niños tienen móvil desde los tres años, hay que estar en la onda. Ya están cansados. No ven a sus amigos ni juegan con ellos desde hace tantos días que cuando se reencuentren tendrán que reinventarse ellos mismos, no se van a conocer, parecerán extraños en un mundo cambiante. La apatía se adueña de sus cuerpos y de sus frágiles mentes, no están motivados, por mucha imaginación y ganas que ponga mamá.

Hora de comer. A mí no me gusta esta verdura, a mí no me gustan las empanadillas, a mí no me gusta NADA. Santa paciencia la de la madre. A ella le has puesto más que a mí. No es verdad, tenemos lo mismo, lo que pasa es que te lo has comido antes y te crees que tienes menos. Yo me como seis trozos de carne porque eso sí me gusta, tú te comes tres, si queda algo será para mamá… si queda. Mamá, está soso, ¿me traes la sal? No, ve tú a buscarla. Jo, siempre tengo que ir yo. Mamá, ¿qué hay de postre? Esto, esto y esto. Jo, es que yo quería otra cosa. Y mamá, cierra los ojos y piensa… mejor no decir lo que piensa.

Niños, nos vamos a la calle a dar el paseo diario, que nos dé el sol y el aire. Jo, yo no quiero ir a la calle. Jo, que me canso y no quiero caminar. Jo, que ahora tengo que ver una serie. Jo, que calor o que frío hace. Jo, mamá, mira lo que me hace mi hermano, dile algo. Y mamá tiene que imponer la ley marcial para que los niños entren en razón y salgan al paseo de rigor, sin excusas que valgan. Y los cabroncetes, una vez están en la calle, hasta se lo pasan bien.

Vuelta a casa. Mamá “quiere” dormir un rato de siesta. Hasta las cinco, les dice. Se tumba, mientras los niños se quedan jugando en el salón. Cada cinco minutos se le acerca uno de ellos, se van turnando, no vaya a recaer sobre uno solo el peso de la ley, para preguntar si ya son las cinco. Pedazo terroristas enanos, que conocen el reloj a la perfección. Mamá no duerme. Se levanta tan cansada o más que cuando se acostó. Hay que fregar los platos, ordenar la cocina, poner una lavadora, en nada llega la hora de merendar… lo que comen estos niños.

Nueva tanda de deberes, si quedó algo pendiente por la mañana, aunque sea una ficha de escritura. Por la tarde cuesta poner orden en el establo, las ovejas se descarrían y despistan viendo una mosca volar. El trabajo de mamá sigue esperando…¿habrá que ver una película? Son niños pequeños recluidos y hay que distraerlos. Ya cumplieron sus obligaciones. Sesión de cine y palomitas, previa merienda de por medio. Mamá intenta llevarse el ordenador a su cuarto y empezar el trabajo, pero desiste a los cinco minutos. No se puede concentrar, necesita silencio para pensar, y la estantería del silencio está totalmente vacía, no queda producto.  

Se acerca la hora de la cena, vuelta a la cocina a consultar el menú y a prepararlo. Mientras, los niños juegan, se pelean, gritan, lloran, van con sus cuentos a mamá… Mamá a esas horas ya no es una mamá al uso, sino una mujer histérica, agotada física y mentalmente, cuyo único afán es escapar a una isla desierta. Bueno, semi desierta, que tampoco está el horno para bollos.  Y como no tenía bastante, mamá ha comprado un piano para enseñar música a los niños. Va a necesitar un archipiélago para perderse.

Se cena de la misma manera en que se come, no hay ni un minuto de silencio en la casa. No me gusta, quiero más, tengo sed, tráeme el postre…Y no es que no los eduque, que juro lo hace, la conozco.  Es que los niños de ahora son así, faltos de valores, de ilusión, de esfuerzo. Todo es tan fácil para ellos que nada tiene valor, son unos tiranos en expansión.

En este relajamiento de costumbres que ha impuesto el aislamiento, cuesta encontrar el momento de irse a la cama, los niños son inagotables, nunca parecen tener bastante. Mamá ya es menos mamá que nunca (o más, vete tú a saber). Friega platos de nuevo, recoge cocina, limpia, mira menú para mañana y deja descongelando lo que toque. Su trabajo se ha quedado en el ordenador, como cada día, esperando que los niños no tengan dictados, matemáticas en donde deba enseñar a multiplicar, o a aprenderse la tabla del dos, vídeos de Youtube interminables, o bien inglés con jeringuilla en vena. Y mientras, las profes se rascan el higo en sus casas y se quejan del gran trabajo que tienen con las “clases virtuales” ¿perdonen?, cobrando a fin de mes por un trabajo que no hacen, y animando (eso sí lo hacen muy bien) a los alumnos a aprender con las enseñanzas de su santa madre.

Mamá cae en la cama rendida de tanto cocinar, limpiar, regañar, educar, hacer de madre y profesora a la vez, sin haber tenido un segundo de tiempo para ella, llevando el peso de un hogar desestructurado sin que se note, de una escuela, de una pandemia, sin tiempo siquiera para reflexionar en un futuro incierto y un presente chungo. Venga, a dormir, que mañana será otro día… Ay, ¡qué se me olvidó tender la ropa de la lavadora!